Constandinos Petros Fotiadis Cavafis (1863 - 1933), más conocido como Kavafis, reflejó como ninguno el hedonismo griego y las lujurias homoeróticas en una poesía cosmopolita que tuvo como escenario a Alejandría, mítica ciudad del imperio macedonio, además dedicó algunos de sus poemas a la vida nocturna y los ambientes tabernísticos que para él significaron uno de los pocos espacios de libertinaje y seducción que su condición social aristocrática, su cargo de empleado público y la respetabilidad de su imagen, le proporcionaban. (Ver crónica de Mario Vargas Llosa: El alejandrino).
Como contribución a nuestro archivo, aquí les tenemos una pequeña selección de poemas que el alejandrino dedicó a la Taberna:
EN LAS TABERNAS
(1926)
En las tabernas
y los burdeles
de Berito me revuelco.
No quise vivir
yo en Alejandría.
Tamides me abandonó;
se fue con el hijo
del prefecto para hacerse
con una villa en el Nilo,
con un palacio en la ciudad.
No convenía que viviera
yo en Alejandría.—
En las tabernas
y los burdeles
de Berito me revuelco.
En la sordidez abyecta
vivo envilecido.
Lo único que me salva,
como una hermosura perdurable,
como un perfume
que en mi carne hubiese prendido,
es que, por dos anos,
fue mío Tamides,
el muchacho más extraordinario,
mío, no por una casa
o una villa en el Nilo.
UNA NOCHE
(1915)
Era pobre y sordida la alcoba,
escondida encima de la equívoca taberna.
Desde la ventana se veía el callejón
sucio y estrecho. De abajo
subían las voces de unos obreros
que jugando a las cartas mataban el tiempo.
Y allí, en una cama mísera y vulgar
poseí el cuerpo del amor, poseí los labios
sensuales y sonrosados por el vino—
sonrosados de tanto vino que incluso ahora,
cuando escribo, después de tantos años,
en mi casa solitaria, vuelvo a embriagarme.
JURA
(1915)
Jura a cada poco
empezar una vida mejor.
Pero cuando llega la noche,
con sus sugerencias,
con sus ofrecimientos
y promesas;
pero cuando llega la noche
con su fuerza
al mismo goce fatal de su cuerpo,
que ansia y busca, vuelve perdido.
LA MESA DE AL LADO
(1918)
Tendra apenas veinte años.
Y, sin embargo, estoy seguro de que, casi los mismos
años antes, goce de ese mismo cuerpo.
No es en modo alguno exaltación del deseo.
Hace un poco tan solo que entré en este tugurio:
ni tan siquiera tuve tiempo de beber demasiado.
A ese mismo cuerpo yo lo he gozado.
Y si no recuerdo dónde —no importa mi olvido.
Ahí está ahora, está sentado en la mesa de al lado,
cada ademán suyo reconozco —y bajo su ropa
vuelvo a ver los amados miembros desnudos.
PERDURAR
(1919)
La una serían o una y media
de la noche.
En un rincón de la taberna;
detrás de la mampara de madera.
Nosotros dos solos en el local desierto.
Un quinque de petróleo apenas alumbraba.
En la puerta dormitaba el camarero el cansancio de su vigilia
Nadie habría podido vernos. Pero tanto
nos habíamos ya excitado,
que fuimos incapaces de cualquier precaución.
La ropa a medio desabrochar —no era mucha
por el fuego del divino mes de Julio.
Placer de la carne entre
la ropa entreabierta —presencia fugaz de la carne desnuda—
cuya impresión ha recorrido veintiseis años y ha vuelto ahora
a perdurar en este poema.
A LOS VEINTICINCO AÑOS DE SU EXISTENCIA
(1925)
Va de ordinario a la taberna
donde se habían conocido el mes pasado.
Ha preguntado; pero nada supieron decirle.
Por sus palabras ha comprendido que a quien conoció
fue un individuo absolutamente desconocido;
uno de esos frecuentes personajes,
equívocos y oscuros, que por allí pasaban.
Va, sin embargo, de ordinario a la taberna de noche,
se sienta y queda mirando hacia la entrada;
hasta el agotamiento sigue mirando hacia la entrada.
Quizá entre. Quizá vuelva esta noche.
Cerca de tres semanas lleva haciendo lo mismo.
Su mente ha enfermado de lujuria.
Quedaron los besos en su boca.
Sufre de continuo deseo toda su carne.
Siente sobre sí el tacto de aquel cuerpo.
La unión con el ansia de nuevo.
Procura, claro esta, no traicionarse.
Mas a veces queda casi indiferente.—
Sabe, además, a que se expone,
tomó su decisión. No es improbable que esta vida suya
lo lleve a un escándalo funesto.
MEDIA HORA
(Enero 1917)
Ni te he poseído, ni nunca, creo,
te poseeré. Algunas palabras, un contacto,
como en el bar anteayer, y nada más.
Es, aunque no lo diga, triste. Mas nosotros, siervos del Arte,
en ocasiones con la intensidad del pensamiento y, desde luego,
solo por poco tiempo, creamos un placer
que parece casi real.
Así en el bar anteayer —con la ayuda, por lo demás
del muy compasivo alcohol—
goce media hora de total erotismo.
Y lo comprendiste, me parece,
y adrede te quedaste un rato más.
Era sumamente necesario. Porque
con tanta fantasía y el mágico alcohol,
tenía que mirar tus labios,
tenía que estar cerca tu cuerpo.
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