martes, 20 de diciembre de 2011

Un santuario



William Blake, convirtió la taberna en un lugar santo y neutral, en el que ninguna disputa se libra. Hombres y religión se complementan, dios y demonio han olvidado sus apuestas.

El pequeño vagabundo

Madre querida, madre querida, la iglesia es fría,
Mas la taberna sana y placentera y cálida;
Puedo decir además que es donde me tratan bien.
Tan buenos momentos no tendré en el cielo.

Pero si en la Iglesia nos dieran cerveza
Y un fuego agradable para regalar nuestras almas,
Cantaríamos y rezaríamos todo el día,
Y jamás desearíamos apartarnos de la iglesia.

Entonces el pastor podría predicar y beber y cantar,
Y seríamos tan felices como aves en primavera;
Y la recatada dama Borrachera, que siempre está en la iglesia,
No tendría niños contrahechos, ni ayunos, ni castigos.

Y Dios, como un padre que se regocija de ver
A sus niños tan amables y felices como él,
no tendrá más querellas con el Barril o el Diablo,
Sino que lo besaría y le daría ropas y bebida.

(Cantos de experiencia, 1794)